1.1) En su libro Su Majestad el Presidente de Brasil, Hambloch - al comparar la República brasileña con el fascismo de Mussolini - es categórico: el presidencialismo es un espectáculo de un solo hombre - de algún aventurero, que vive para manipular a la multitud para permanecer en poder, preservando lo conveniente y disociado de la verdad.
1.2) Por esta definición, los partidos nominalmente conservadores, en repúblicas de carácter masónico, no son más que clubes electorales conservantistas, cuyo ejemplo emblemático es el infame MDB, ya que no están interesados en servir al bien común, sino en ocupar espacios para saquear las arcas públicas. Son la verdadera clase ociosa por excelencia, ya que hacen que todo lo que eventualmente se organiza para satisfacer las necesidades del pueblo pierda su verdadero significado, en los méritos de Cristo, y en este sentido actúan como una falsa nobleza de la que se burla. Dios y la fe del pueblo que cree en Él.
2) El fascismo, como espectáculo unipersonal, se inspiró en las políticas romanas de pan y circo. Y el populismo brasileño, durante la Era Vargas, moldeó y aplanó la cultura nacional de tal manera que nuestra comprensión del Brasil profundo se redujo enormemente, al punto que dejamos escuelas verdaderamente incapaces de tomar una buena decisión en esta materia, debido a esto. Oligofrenia forjada. Se trataba de un claro proyecto de ingeniería social que intentaba hacer de Brasil una comunidad imaginada en la línea y los intereses del dictador Getúlio. Este proyecto fue tan exitoso que hasta el día de hoy sentimos las consecuencias de este nefasto proyecto de poder, el cual es contrario a nuestra razón de ser como nación.
3.1) A diferencia de Loryel Rocha, no veo que Bolsonaro intentara manipular a la población: tenía una fuerza personal dentro de él que no era de este mundo. Por muy bueno que sea el especialista en marketing político, no es capaz de crear una figura tan auténtica y tan poderosa como lo fue Bolsonaro; como diría el profesor Olavo, las grandes personalidades se forjan desde dentro, reabsorbiendo constantemente las circunstancias de su vida hasta el punto de el devenir de las piedras que recogen en el camino no sólo su castillo en un verdadero mar océano, posibilidades en la guerra contra la vanagloria y la falta de sentido de la vida, que hacen de la mejor biografía una lamentable historia del ego (como vimos en el caso de el ex juez Sergio Moro, que lo traicionó).
3.2) Si el presidencialismo es un espectáculo unipersonal, entonces Bolsonaro lo convirtió en el mayor espectáculo de actividad políticamente organizada para servir al bien común que jamás haya habido en la Tierra en los últimos tiempos. Y de este espectáculo somos testigos: si no decimos la verdad sobre lo que fue el gobierno de Bolsonaro, las piedras hablarán. Lo que hizo es exactamente lo que dice Santo Tomás de Aquino sobre la política: por eso el bolsonarismo es un ideal de gobierno, un ideal real, ya que dejó un ejemplo para las generaciones futuras. Y en este punto formó líderes.
3.3) Esta muestra de caridad nunca vista en la Tierra, más aún en tiempos difíciles como la pandemia y la guerra ruso-ucraniana, es la prefiguración del regreso de la monarquía en Brasil, ya que Bolsonaro restauró algunos elementos de Pedro II hasta el punto de revelar de una vez por todas el imperio de la buena sociedad de la Tierra de Santa Cruz que existe dentro de nosotros y que ha existido siempre desde que los portugueses comenzaron a poblar esta tierra, hasta el punto de cristianizarla y salvar a este pueblo de la barbarie y del paganismo en los méritos de Cristo.
3.4) Si se preserva el legado de Bolsonaro, sus herederos pueden reclamar el título de príncipes de Brasil, por los méritos del presidente Jair Bolsonaro, que gobernó el país por los méritos de Cristo hasta el punto de ser el primero entre nosotros, que somos sus pares. y contemporáneos, porque en verdad era un príncipe. Pueden ser tomados como una casa real sustituta, si ya no hay Bragança disponible para reclamar el trono, si algún día regresa la monarquía, ya que Bolsonaro es más grande que la República, que no tiene nada de noble, ya que este régimen revolucionario que ha dominado Brasil desde 1889 debe ser abolido y el verdadero régimen, el monárquico, debe volver a gobernarnos lo antes posible, ya que es una tontería hacer distanasia política de algo que ya está muerto y que ya no tiene el más mínimo sentido histórico de existir o seguir existiendo porque las razones históricas que mantienen vivo al régimen ya no tienen sentido, pues son todas mentiras.
4) Dentro de todas estas consideraciones, a Bolsonaro nunca se le debería llamar fascista. Por otra parte, la definición de Hambloch se aplica muy bien a Lula. Estamos viviendo una vez más el espectáculo del robo, el espectáculo de la muerte del Estado de Derecho, cuando él convierte la política en un circo, y es por gente como él que en el extranjero nos tratan como a una broma.
5.1) Un último añadido que puedo agregar al trabajo de Hambloch es que falleció en 1970 - Bolsonaro se graduó en la AMAN en 1977. Hasta su ascenso a la presidencia, fue una voz solitaria que defendió al país contra el mal objetivo hasta la llegada de internet- fue en ese momento que la revolución política y cultural provocada por las redes sociales reveló el verdadero rostro de nuestro presidente hasta el punto de que la marea política cambió a su favor, hasta el punto de que pasó de la irrelevancia a ser el primer entre sus pares, debido a sus 28 años en el Congreso como diputado federal.
5.2) Hambloch no pudo ver el fenómeno Bolsonaro operando dentro de la República Brasileña. Lo que resultará de esto será un camino sin retorno: Brasil no será como fue entre 1889 y 2018. Fue un cambio de orden divino, no político, propio de la acción revolucionaria: fue un cambio sin precedentes. Por eso Bolsonaro no es ni puede ser llamado revolucionario: no planeó ninguna utopía, pero reveló algunas cosas cuyos efectos sentiremos en las próximas décadas.
5.3) Bolsonaro, por su vida y trayectoria, debe ser visto como un evento, una culminación que cambió la política brasileña para siempre. Brasil ya no será el mismo desde que él gobernó Brasil, de eso estoy seguro.
José Octavio Dettmann
Río de Janeiro, 18 de junio de 2023 (fecha de la publicación original).